LA DECISIÓN MÁS DIFÍCIL
El retiro suele ser la decisión más difícil de adoptar a lo largo de la carrera del jugador.
Lo ideal es dejar al fútbol -con imagen ganadora- y no que el fútbol te retire a vos o que tras haber ganado todo, tengas luego que retirarte derrotado.
Muy pocos se animan a afrontar ese momento. Generalmente se deja que por decantación el fútbol avise al jugador que es tiempo de irse.
Querer de verdad a una institución que te da todo implica también saber dar el paso al costado a tiempo.
Tras la obtención del mundial de Brasil CON SÓLO 30 AÑOS SE RETIRÓ DE LA SELECCIÓN ALEMANA SU CAPITÁN PHILIPP LAHM (113 partidos, ninguna roja)!
A él se le sumaron la leyenda Miroslav Klose y Per Mertesacker, también de 30 años. Es que después que llegas a lo máximo poco más podes pretender.
Pero eso que hicieron los alemanes no siempre pasa. Otro que se animó fue nada menos que Pelé quien también con 30 años dejó su selección tras ser tricampeón en México 1970.
El tema es animarse y dar el paso. David Trezeguet con 23 años ya era campeón del mundo y de Europa, tras convertir él mismo el gol (de oro) en la final.
Pero siguió y el destino quiso que en 2006, en la tanda de penales de la final del mundo, errara y la Copa fuera a parar a manos de Italia.
Muy pocos se animan a afrontar ese momento y se deja, especialmente en Uruguay, que por decantación el fútbol avise al jugador que es tiempo de irse.
Pero si el jugador no sabe o no se anima a dar ese paso, el dirigente debe ayudarle a darlo, ya que por encima de todo está la institución.
Este debe saber advertir cuando algo está terminado, homenajearlo y agradecerle por los servicios prestados; jamás someterse a la voluntad o deseo del jugador como sucede aquí especialmente en los cuadros grandes.
Antonio Pachecho por ejemplo se perdió la oportunidad de su vida de irse con un 5-0 en un clásico, en andas y por la puerta grande; siguió, no volvió a ganar un clásico, perdió dos de atrás -una final-, tampoco ganó ninguno de los 2 uruguayos siguientes y se fue, sin homenaje e incluso, criticado por parte de su afición.
Porque los homenajes se hacen cuando corresponden no cuando a alguien por capricho o vanidad se le antoja. Así solía hacer Mauricio Macri en Boca Juniors cuando lo llevó del olvido a la gloria tras 21 años.
Macri no se ataba a los jugadores que habían ganado mucho más que un clásico y campeonato local. Los homenajeaba y rápidamente iba en busca de otros que al equipo pudieran rendirle en mejor forma que los que estaban.
Pienso en glorias como Scarone, Nasazzi, incluso en la pensión graciable dada a Juan Martín Mujica poco tiempo atrás y se me hace un nudo en el estomago de pensar que algunos en Nacional quieren hacerle un monumento al “chino” Recoba.
A muchos ídolos del siglo XX (de ambos grandes) se los dejó en el olvido. Ayudaron a llenar las vitrinas de trofeos pero no tuvieron monumentos ni reconocimientos. A los nuevos “ídolos del siglo XXI” perfectamente se los podría homenajear con una medalla, plaqueta o partido homenaje; sería más que suficiente.
Sería bueno que Recoba o cualquier jugador considerado «ídolo» por su afición pudiera tener un partido homenaje para despedirse en una cancha de fútbol. El hoy técnico de Peñarol, penúltimo ídolo y hacedor del segundo quinquenio (Pablo Bengoechea), luego de años de postergar su retiro y tener un monumento, Diego Aguirre lo marginó del plantel titular y debió irse, sin homenaje, plaqueta, partido despedida ni agradecimiento que se le parezca.
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