Ha fallecido el piloto Jules Bianchi tras una larga batalla de nueve meses donde su mente ya no estaba, y su cuerpo finalmente decidió ir a boxes. Él y su familia ya pueden tener paz.

Lamentablemente tras 21 años de la última muerte en un GP de Fórmula 1 (Ayrton Senna – GP San Marino 1994) volvimos a chocar con la peor palabra que los amantes del automovilismo podemos encontrar.

Lo que más rabia provoca es la forma en que se sucedieron los acontecimientos que desencadenaron en tamaña desgracia.

Retomo lo escrito aquella madrugada del 5 de octubre de 2014 vía twitter para quizás en 20 años poder repasarlo, acordarme de este joven piloto que hoy nos dejó, y sentir que su muerte no fue en vano.

Podremos tener buenas carreras, algunas aburridas, años monótonos como los recientes, pero hay algo que debe primar por sobre todo, la seguridad.

En los últimos 30 años haber perdido «sólo» 2 vidas en un deporte de alto riesgo había significado un logro enorme.

Es verdad que suena muy fuerte porque hablamos de vidas que se pierden de un momento a otro pero ello es parte del riesgo que todos los pilotos asumen al subirse a un auto de carrera.

Cuando la gente pide espectáculo debe pensar que la vida de un piloto depende del más mínimo detalle y que errores como los que derivaron en el accidente de Bianchi NO se pueden permitir, NO pueden pasar.

Sepan que los pilotos de las primeras décadas de la F1 no sólo eran guapos; todo el espectáculo estaba montado dentro de una inconsciencia absoluta: «medio» casco, cero protección dentro del cockpit, no utilización de chalecos antiflamas ni cinturones de seguridad y varios etcéteras.

ES INAUDITO EN LA ACTUALIDAD QUE UN COCHE CHOQUE CONTRA UNA GRÚA CON TODA LA TECNOLOGÍA Y COMUNICACIÓN QUE EXISTE EN LA F1.

Bianchi 1

Siempre pensé que nunca más se iba a malograr una vida como sucedió con Tom Pryce y un auxiliar de pista en Sudáfrica 1977; para mi, la muerte más absurda de la historia de la F1.

Un auxiliar cruzó la pista con un mata fuegos para apagar un principio de incendio de un coche al otro lado, Pryce no lo vio y lo atropelló con tanta mala suerte que el bomberito dio en su cabeza y así ambos fallecieron.

Hoy un F1 puede ser incontrolable al momento de despistarse por el motivo que fuere: pérdida de un alerón, pista mojada, lo que sea; pero jamás puede ser su destino una grúa! No se concibe que un elemento contundente como este esté a la salida de una zona de escape.

Los errores se pueden evitar para que no se conviertan en horrores y eso, lamentablemente, fue lo que sucedió aquél domingo.

El primero fue, vaya a saber por qué ($$$) el cambio de hora de ese GP (históricamente se compitió 2hs antes). Pasó que la visibilidad durante la carrera fue casi nula.

El segundo y principal fue no haber sacado el safety car habiendo elementos extraños en la pista como lo era, nada menos, que una grúa. Los marshall debieron inmediatamente comunicar el 1er despiste para que los equipos a su vez avisarán a los pilotos mientras el safety salía a pista.

La excepción es que se lleve a un piloto que está grave al hospital del circuito; el protocolo marca que si es así, inmediatamente se lo traslada en helicóptero al hospital más cercano.

Si bien aquí la gravedad era tal que no se podía trasladar al piloto, de todas maneras, si se hubiere querido, por las condiciones climáticas reinantes, el helicóptero no hubiera podido partir. Eso de ninguna manera puede pasar.

Sigo pensando que después de ver tanta negligencia, con todo el dolor y lo que me gustan los GP “viejos”, el de Japón debe desaparecer por un tiempo.

LA ORGANIZACIÓN TIRÓ 30 AÑOS DE TRABAJO EN SEGURIDAD POR LA BORDA OLVIDANDO QUE EN F1 22 PERSONAS SE JUEGAN LA VIDA EN CADA CARRERA.

Nos hemos mal acostumbrado y creemos que los coches son indestructibles (casi lo son) pero la cabeza sigue siendo la parte del cuerpo más delicada, vulnerable y que resulta imposible proteger en su totalidad.

Luego que murió Senna (1994) se mejoró en ese sentido. Los vehículos cuentan con protección a los costados de la cabeza lo que hace que esta no quede expuesta a un golpe directo ni a un «latigazo».

Luego de la muerte de Gonzalo Rodríguez (1999) se trajo a la F1, desde Indy, el Hans Device (soporte para cabeza y cuello) que desde entonces ha sido fundamental para evitar graves lesiones y la muerte por fractura de cuello.

Luego del accidente de Massa en 2009 se ha mejorado notoriamente también en la estructura de los cascos.

El año pasado en Silverstone, unas fechas antes del accidente de Bianchi, sacaron el safety car para reparar un guardarraíl tras un duro impacto sufrido por Raikkonen. A muchos les pareció exagerado y vaya que no lo fue! Alcanza recordar lo que en su momento fue la muerte de Helmut Koinnig en 1974 (decapitado tras pasar por debajo del guardaraíl).

Pensemos que el auto de Bianchi pasó (cabeza incluida) por debajo de la grúa. La barra anti vuelco se deshizo y fue la que paró el coche tras una tremenda desaceleración de 50G.

Fue un milagro que no haya sido decapitado y sobreviviera al impacto.

Los pilotos necesitan un Dios aparte. Como en todos los órdenes de la vida siempre se necesita un golpe de fortuna; lamentablemente Jules no la tuvo.

Hay accidentes tremendos que no tienen consecuencias y quizás otros golpes no tan aparatosos, pero sí precisos, que los tienen.

Accidentes tremendos sufrieron no hace tanto Kenny Brack (Indy), Kubica (F1) y Heidfeld (Formula E en la primer carrera de la historia disputada el año pasado); todos sin consecuencias mortales.

Similar al de Heidfeld fue el de Jacques Villenueve en 1982. El alemán quedó dentro de su cockpit, el canadiense salió despedido y falleció en el acto como consecuencia del golpe.

Otros pasaron por la F1 a toda velocidad y encontraron “desgracias” fuera de las pistas: Graham Hill, Michael Schumacher, Clay Regazzoni, Frank Williams, Andrea De Cesaris y más…

ES QUE LA MUERTE SIEMPRE SUBE CON LOS PILOTOS EN CADA CARRERA. ELLOS DEBEN TRATAR DE ENGAÑARLA CON ALGUNA MANIOBRA O CON LA AYUDA DEL DESTINO.

Hoy se nos fue un joven piloto tras dar dura batalla a la muerte. Recordémoslo con la alegría que se desprendía de su sonrisa. QEPD Jules Bianchi.