En el fútbol actual, tan físico con pocos espacios y tiempo de decisión, los partidos suelen ser cada vez más cerrados. No hay mejor llave que el tiro de larga distancia!
A TRAVÉS DE ESTE PUEDE VENIR UN GOL ya sea:
– POR MÉRITO DEL EJECUTANTE: de forma directa o a través de un rebote provocado por la potencia del remate;
– o POR DEFECTO DEL RIVAL que puede consistir en:
– un mal rechazo,
– un error del golero,
– o hasta un gol en contra producto de un rebote.
EN EL PEOR DE LOS CASOS, si la pelota se va afuera, SE DARÁ UN SAQUE DE ARCO para el equipo rival.
El remate al arco provoca algo inesperado. Generalmente agarra al equipo que defiende mal parado o, de estarlo, encuentra al golero obstaculizado por sus compañeros y con poca visión de la jugada.


En Uruguay tuvimos la excepción de Diego Forlán quien solía a menudo rematar de larga distancia y con las dos piernas. Así, en el mundial de 2010 convirtió contra Sudáfrica y Holanda. Ojo, en ése mundial también supimos padecer goles de los rivales de la misma manera (Ghana y Holanda -foto de portada-).
Muchas veces a ritmo lento se llega hasta el borde del área y en lugar de patear se vuelve a jugar atrás con un defensor para que, ante la presión, termine de todas formas tirando un pelotazo que en el 95% de los casos no lleva peligro ni consecuencias para un rival al que agarra de frente y con visión completa de la jugada (a diferencia de sus compañeros que deben saltar, ganar la posición, bajar la pelota, sacarse de encima la marca y luego definir).
Apuesto a que muchos cuando ven eso se dicen y preguntan: “para hacer eso porqué no la tiró antes” ¿o no?
¿Por qué no patear de entrada evitando ser tan previsible?
Además, cuando el equipo que ataca tiene que retroceder la pelota a la última línea, generalmente lo hace acosado y el defensor debe restar apurado. Un posible error suyo puede terminar lo que era una jugada de ataque, cómoda y sin riesgo, en una jugada de peligro en su contra. Todo por no patear!
Claro que por estos lados el miedo al error, a la crítica del compañero que reclamará el pase y al murmullo o silbido de la tribuna, llevan al delantero a no patear y hacer una moña –innecesaria- con el riesgo que eso conlleva: perder la pelota y quedar expuesto a un contragolpe.
Algún día patearemos de afuera para generar algo inesperado.
Es la forma más fácil y rápida de romper una defensa sin asumir riesgos.
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