Ha sido contundente el mensaje de Simeone catalogando de FRACASO el hecho de haber llegado con su equipo a la final del torneo de clubes más importante y exigente del mundo y haberla perdido.
En lo personal no comparto en absoluto los términos utilizados por alguien a quien admiro como entrenador.
Alguien que saca lo mejor de sus dirigidos, llegándole a lo más íntimo para que ello suceda, no puede dar un mensaje como ese.
Para ganar primero hay que llegar a la final y en ella siempre hay uno que gana y otro que pierde; eso, por sí solo, no es sinónimo de fracaso.
Fracaso sería tener un plantel poderoso, en los papeles claro favorito respecto a tu rival, y que te superen ampliamente.
Fracaso sería que tus jugadores no dieran todo en la final y con ello no pudieran alcanzar el nivel promedio que tuvieron en el resto del torneo.
Fracaso es cuando no logras colmar las expectativas teniendo en cuenta lo que vos generaste -previamente- y lo que tenías enfrente.
En este caso, por lo que era el rival, el partido, cómo se dio y cómo se definió, no creo que lo del Atlético Madrid haya sido para catalogar de FRACASO.
Quiero suponer que sus jugadores e hinchas se sienten dolidos pero no fracasados.
Que Simeone considere fracaso el segundo puesto no es de hoy; fue el precursor de las «sacadas de medalla» en las ceremonias de premiación del seleccionado argentino (Atlanta 1996). Claro que ello fue en su etapa de jugador, en otra época del seleccionado argentino y en otra etapa de su maduración como persona.
Hoy estoy convencido de que se equivocó. Siendo un extraordinario entrenador y por sobre todo motivador debió dar otro mensaje a sus dirigidos en el doloroso momento de digerir la derrota.
A propósito del tema fracaso, en los mundiales así se lo ha tildado a Holanda a lo largo de su historia, y tampoco lo comparto.
Vaya que prefiero ser holandés y haber estado tres veces a 90′ de la gloria que nunca haber llegado a una final. Llegando a ella pude tener la posibilidad de alcanzar el trofeo y título en juego, de lo contrario, resulta imposible.
Ahora, ¿las tres finales mundiales perdidas por HOLANDA se pueden considerar FRACASO? no creo.
La de 1974 haya sido quizás la más recordada y dolorosa para ellos. La revolucionaria naranja mecánica iba rumbo al título hasta que le tocó toparse con el anfitrión; nada menos que el poderoso seleccionado alemán quien 20 años antes había frustrado también el sueño de otro seleccionado candidato al título (Hungría).
Pero de las finales de 1978 y 2010 qué decir.
En Argentina no era ni cerca el equipo que compitió cuatro años antes; así y todo tuvo el triunfo en la última jugada del partido, también contra el local. El destino quiso que la pelota pegara en el palo, fueran al alargue y cayeran derrotados.
En Sudáfrica 2010 tampoco eran favoritos. Llegaron a la final y terminaron perdiendo, en otro alargue -tras un error defensivo-, ante el campeón de Europa y a priori candidato al título.
Por eso hay que tener cuidado con la palabra FRACASO. Esta debe utilizarse de forma medida y no como sinónimo de derrota.
Cualquier otro adjetivo ante un resultado adverso será mejor para motivarse de cara al futuro y volver a luchar por el objetivo.
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