Pasa en todos lados. Es un mal que padecen la mayoría de los hinchas, de cualquier equipo, sea en la liga que sea.
Cuando se gana está todo bien, el apoyo es incondicional, las críticas no afloran, lejos se está de los insultos, se hace socio, los estadios se llenan y todos sacan sus carteles con los clásicos: “te dije” o “yo sabía”.
Pero cuando se pierde todo cambia y de la noche a la mañana se pasa a ser un desastre, la capacidad de los estadios decrece -pese a que todos se jactan de “nunca abandonar”-, la culpa siempre es de los terceros y nunca de su equipos; así, toda la responsabilidad pasa a recaer sobre los arbitrajes y comienzan a tejerse una serie de conspiraciones que ponen en papel de víctima al cuadro de sus amores.
Hay muchos hinchas que llegan a estar convencidos que los campeonatos se digitan o decretan y que si no fuera por ésas circunstancias su equipo sería campeón todos los años.
Otros destilan odio hacia los hinchas de otros clubes a través de las redes sociales.
Pareciera que reconocer errores propios te convierte en menos hincha; qué lejos estamos del sentimiento de amor y pasión por su club que existe en muchos clubes y países de Europa (Inglaterra, Alemania, etc).
Allí varios torneos se definen faltando muchas fechas y sin embargo uno ve los estadios repletos, juegue quien juegue, con gente alentando hasta el último partido pese a que su club se pueda ir al descenso.
En lo personal siempre fui hiper competitivo; jamás jugué al deporte que fuera sólo para entretenerme, siempre lo hice pensando que era una final y para ganar pero nunca tuve la necesidad de “robar” una jugada o pelearme con un rival; en todo caso sí me calentaba con mis compañeros de turno con tal de sacar lo mejor y ganar.
Me siento aliviado de nunca haber padecido estos males. Seguramente sea por mi forma de sentir el deporte, la particular relación que siempre tuve con los equipos grandes y, sobre todo, el sentimiento apasionado e incondicional que tengo hacia la selección de mi país.
Pero el hincha promedio sí los padece y es un experto en subirse al carro. Ahora perdimos tres partidos seguidos por eliminatorias y medio país piensa que somos un desastre, el técnico debería dar un paso al costado, los jugadores deberían irse en su mayoría, cuando no alguno dice que el árbitro del partido de Perú nos cocinó.
Me duelen las derrotas y también puedo discrepar con algún planteo o jugador en particular. De ahí a creer que nos han cocinado o que ahora se hace todo mal hay un abismo. A ese barco no me subo.
Yo a Uruguay lo vi ganar y perder, ser Campeón de América así como quedar afuera de los mundiales; nada me cambia una victoria, derrota o fracaso circunstancial.
Por eso, sea cual sea el devenir de estas eliminatorias, estaré hasta el último partido acompañando a la selección más laureada de la historia.
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