Historia
El lanzamiento desde los 11 metros en el fútbol se remonta a fines del Siglo XIX.
El procedimiento para su ejecución tuvo variantes con los años hasta llegar a lo que es hoy, incluso como modo de definición de ciertos partidos que terminan igualados, sea en fases de eliminación directa o último partido de un certamen.
Previamente los campeonatos podían definirse tras un alargue -o dos como ocurrió en el partido más largo de la historia; la final de Copa América 1919 donde Brasil venció a Uruguay-, mediante sorteo o la repetición del partido.
Nuestro segundo título olímpico se definió en un segundo partido contra Argentina (2-1) luego de empatar el primero 1-1.
Definiciones por sorteo han existido varias, las más recordadas son: a) la eliminación de España del mundial 1954 donde luego del tercer partido finalizado en tablas el niño Franco Gemma sacó de una galera un papel con el nombre de Turquía, asegurando con ello su presencia en Suiza.
b) El campeonato sudamericano Sub.20 de 1967 fue obtenido por Argentina luego de ¡dos sorteos! El primero para acceder a las semifinales; empatados con Colombia en el segundo puesto del Grupo jugaron un partido de desempate donde, luego de no haberse sacado ventaja, se impuso la albiceleste en el sorteo. El segundo en la propia final; tras empatar a dos con los guaraníes los argentinos fueron campeones juveniles, por primera vez, mediante la realización de otro sorteo.
c) También Paraguay quedó fuera de la final de la Copa América -de mayores- 1983 tras perder un sorteo a manos de Brasil.
YO PREFIERO LOS PENALES ANTES QUE EL SORTEO DEL MISMO MODO QUE LOS ALARGUES ANTES DE LLEGAR A UNA DEFINICIÓN POR PENALES.
Evolución a lo largo del tiempo
Hasta 1996 al momento de ejecutarse un penal no se le permitía al golero moverse del lugar -que haya elegido situarse sobre la línea- hasta que la pelota saliera disparada.
Si bien nadie lo respetaba, las pocas veces que ello se exigía convertía en imposible que alguien pudiera detener un tiro penal que saliera bien esquinado. Se ven imágenes de antaño donde los goleros ante un penal generalmente ni se movían; el penal era -prácticamente- sinónimo de gol.
Por décadas reinó la improvisación por parte de los protagonistas de la acción. Golero y ejecutante eran dos desconocidos. Nadie sabía qué decisión tomaría el otro.
Con el tiempo se fue convirtiendo prácticamente en una ciencia. El grado de improvisación fue bajando producto del estudio previo que se hace del rival.
Hoy cualquiera sabe de los antecedentes de su rival de turno. Hacia donde pateó sus últimos penales y cómo le ha ido. Se considera un error de planificación imperdonable no saberlo.
Quedará para el recuerdo la “lista” de Lehman en el mundial de Alemania 2006 en la cual tenía la probable dirección que daría cada jugador del seleccionado argentino. Acertó todos los movimientos, pudo contener dos remates y así darle a su país la clasificación a semifinales.
Es que hoy nada queda librado 100% a la suerte!
Aquello de que “los penales son una lotería” o “son a suerte y verdad” con el tiempo se demostró que era una gran mentira.
La efectividad en los penales, como cualquier otra ejecución, requiere de mucho trabajo. De repetir una y mil veces distintos remates, para perfeccionar la técnica y “calibrar” la intensidad del disparo, dependerá en gran medida el éxito que puedas tener a la hora que te toque ser protagonista de la acción.
EL PENAL MÁS FÁCIL PARA EL GOLERO
El penal más fácil para el golero es aquél que va cruzado a media altura (metro y medio del suelo). Así y todo es el que más se repite a la hora de ejecutar. Y las dos cosas tienen su explicación.
No hay situación más estresante en la carrera de un jugador que el momento de ejecutar un penal. Acostumbrado a resolver en poco tiempo cuando tiene tantos segundos por delante y habiendo tanto en juego, la situación en teoría más sencilla se vuelve una pesadilla.
Lo primero que piensa el futbolista es embocarle al arco; porque si erra, claro está, así el golero vaya hacia el otro palo, va a fallar igual.
Y la forma de patear que da más seguridad, en el momento de mayor inseguridad, es afirmándose bien y cruzando el balón a media altura.
Claro que ello que te asegura no errarle al arco se convierte en el tiro preferido de los arqueros.
Cuando el golero se lanza hacia un lado su cuerpo alcanza el máximo de extensión a una altura que ronda el metro, metro y medio.
Lanzar una pelota hacia ese punto es darle la mayor posibilidad al golero de que se luzca y la ataje. Como uruguayos recordamos dos ejemplos muy claros: el penal de Tulio en la final de la Copa América 1995 y el de Carlos Tévez por los cuartos de final de la Copa América 2011.
Los hinchas de Nacional recordarán los tres penales atajados por Jorge Seré en la final Intercontinental de 1988 ante Kieft, Gerets y Van Aerle. No se explica cómo teniendo enfrente a un golero que apenas alcanzaba el metro ochenta los ejecutantes optaron por rematar cruzado, a media altura.
La ejecución más efectiva
Con 42 años he podido ver todas las definiciones que se han dado en la historia de los campeonatos del mundo. También otras donde estuvo involucrada la selección o los clubes uruguayos.
De los miles de penales que he visto ejecutar no tengo ninguna duda a la hora de elegir cuál es el mejor o más efectivo; esto según la siguiente ecuación: más posibilidades de que vaya al arco, más posibilidades de que el golero no alcance al balón y menos riesgo de que el remate salga desviado.
Se trata del remate ejecutado por Andreas Brehme en la final del mundial de Italia 1990. (Foto de portada)
La carrera adecuada para la potencia justa. El impacto en el lugar preciso para que la pelota no se levante y haga prácticamente toda su trayectoria al ras del piso.
La dirección ideal para enviarla al único lugar donde, por más que el golero se tire antes y alcance su máximo de extensión, jamás puede llegar.
Alto arriba
En los últimos años cada vez que a un uruguayo se le pregunta cómo se debería patear un penal o cuál sería el mejor pateado inmediatamente responde “como Forlán en Quito -eliminatorias 2010- o Cáceres contra Argentina en la Copa América 2011”.
Es verdad que ambos fueron extraordinarios lanzamientos, amén de lo que significaron. Pero convengamos que el riesgo asumido es enorme!
Sin ir más lejos Forlán remató meses después un penal similar contra Sudáfrica y no le dio el mismo ángulo que en Quito; arriesgó mucho menos. A la eliminatoria siguiente en el partido contra Perú disputado en Montevideo quiso repetir esta ejecución y la atajó el golero.
Es que para que un tiro cruzado-alto sea efectivo necesariamente debe ir muy alto, al ángulo, y ahí las posibilidades de que se falle aumentan considerablemente.
Al patear a un ángulo se toma justamente como referencia la intersección de los dos palos; es por ello que muchos que han ejecutado de esa manera lo han fallado ya sea porque da en el travesaño o porque se va por encima de este.
Así he visto errar decenas de penales. Muchos de ellos quedaron en la historia: Platini en la definición de Cuartos de final contra Brasil en México 86’; Stojkovic en la definición de Cuartos de final contra Argentina en Italia 90’; qué decir de otros dos que definieron un mundial: Roberto Baggio (1994 & BRA) y David Trezeguet (2006 & ITA).
Si se va a asumir el riesgo de patear a un ángulo prefiero un disparo como el de Martín Cáceres, que años antes, de manera similar, lo había visto en Stan Valckx, N°15 del PSV Eindhoven en aquella definición de 1988.
Ambos se pararon como para cruzar el remate pero al momento del impacto abrieron el pie derecho y enviaron la pelota al ángulo. Valckx la acarició, asumiendo menos riesgo, Cáceres llegó con larga carrera lo que permitió darle más fuerza a un disparo que terminó en el ángulo.
Si bien como en el caso de Forlán se corre riesgo de que la pelota se vaya por encima o impacte en el travesaño, entiendo que al “empujarla” se regula mucho más la fuerza que alguien que patea fuerte y cruzado, al ángulo.
“Hay que romperle el arco”
Se trata de una frase muy escuchada a la hora de decir cómo debe patearse un penal.
El pelotazo fuerte la ventaja cierta que tiene es que, en caso de que el golero llegue con sus manos al balón, esta pueda escapársele. Si el tiro es suave esa posibilidad se diluye.
No obstante, el riesgo que implica pegarle -seco- fuerte es mayúsculo. Y no tanto porque el golero te lo vaya a atajar sino porque las posibilidades de que el balón se vaya por encima del travesaño son enormes.
Hemos visto recientemente fallar ese tipo de penales a Messi, Higuaín, más atrás en el tiempo a Rúben Sosa -en aquél partido contra España por la primera fase del mundial del 90’-, unos años antes a Héctor Morán y Pintos Saldanha en la final Intercontinental. Como ellos, a menudo vemos jugadores que fallan penales porque con sus remates han pretendido reventar el arco, importándoles únicamente pegarle «fuerte y al medio».
Otros penales
Con el pie abierto hacia el palo del perfil del ejecutante también es una opción muy utilizada y suele ser bastante efectiva si el remate va bien esquinado.
Se trata de un disparo más anunciado y menos potente por la necesidad de tener que llegar con menor carrera para poder afirmarse bien y direccionar el balón.
Ejemplos sobran. Nosotros podemos recordar los penales de Herrera y Francescoli en la final de Copa América 1995 o el del propio Enzo contra Dinamarca en México 86’, aunque allí se paró más recto al balón acomodando el cuerpo hacia su derecha instantes antes de impactarlo.
No es para cualquiera
La ejecución de penales no es una ciencia exacta. Todos los grandes jugadores en la historia del fútbol han fallado. Por eso no eso no es un momento reservado exclusivamente para los talentosos.
En Alemania tanto Andreas Brehme como Paul Breitner eran defensores y patearon penales en finales del mundo. El primero en 1990 tomó la responsabilidad antes que Vöeller o Klinsmann y el segundo, en 1974, antes que el máximo goleador alemán de todos los tiempos (Gerd Müller) y un tal Franz Beckenbauer.
Discusiones y gustos personales al margen lo cierto es que todo es cuestión de práctica. Nada te asegura el éxito pero la repetición ayuda a reducir el margen de error en todas las áreas, en los penales también.
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