Hasta hace un par de décadas la paridad en un partido solía romperse con técnica, la cual se sobreponía al aspecto físico. Hoy el físico hace que la técnica quede neutralizada.
Ello es una regla que solo rompe Lionel Messi, única persona en el mundo que puede sobreponer su técnica por sobre el físico de los demás. La explicación? Su físico.
La explosión que le suma a su técnica hace la diferencia entre el mejor jugador del mundo y cientos de buenos jugadores de moñita corta e intrascendente.
Antes, la técnica la teníamos de este lado del mundo, era propiedad nuestra. Hoy, el físico preparado para la alta competencia lo tienen todos, incluso bastante mejor que nosotros.
En ello influye la alimentación, la genética, los primeros años de desarrollo pero sobre todo la edad. Y mientras en Europa los equipos se arman con jóvenes atletas y una columna de experiencia -aún en condiciones de jugar en la élite-, en esta parte del mundo, y sobre todo en Uruguay, se arman con viejos y caros jugadores, muchos de los cuales llegan acabados del fútbol de alta exigencia.
La Copa del Mundo, la final de la Libertadores y el mundial de Clubes 2018 son ejemplos claros de esta situación.
Francia tenía un equipo de atletas con muy buenos jugadores. Llegó a la final de manera cómoda y obtuvo el campeonato al vencer a Croacia que venía con un equipo más veterano y cansado producto de tres alargues. El partido se acabó a falta de 30 minutos.
En la final de la Libertadores River Plate se impuso luego de que Boca mermara su rendimiento físico a partir del segundo tiempo producto de una mala conformación del banco y tener en cancha jugadores viejos o fuera de forma que terminaron arrastrándose en la cancha.
Días más tarde, en la semifinal del mundial de Clubes el Al-Ain bloqueó a River Plate desde lo físico. No lo dejó pensar, lo asfixió. Eso con el agravante de que mientras River tuvo 9 días para preparar el partido, el Al-Ain ese día estaba jugando su tercero en 6, con dos alargues de por medio.
Los dirigentes de nuestro fútbol deben tener claro que el fútbol de hoy es muy exigente y que si se quiere estar en la élite deben adaptarse a estos tiempos, dejar de contratar para la tribuna y actuar en consecuencia.
Hace rato que los nombres, por sí solos, no te definen un campeonato continental.
En Uruguay podemos poner el ejemplo de Diego Forlán. Excelente profesional, dedicado 100% a su actividad, con un físico privilegiado y técnica depurada. Una cosa fue su etapa 2010-2012 y otra desde allí hasta que se retiró en la selección (2014); qué decir cuando jugó por Peñarol la Libertadores 2016 .
Seguía con la técnica pero estaba lejísimo en el aspecto físico; mucho más lento en el pique o reacción para sacarse a alguien de arriba. Porque la técnica no se pierde, la velocidad sí.
Por eso no se debe confundir experiencia con vejez.
Hoy a los 26 años sos experiente y a los 32 estás al borde del retiro en lo que hace al fútbol de alta competencia. Y para no estarlo solo se requiere una cosa, estar al 100% físicamente. Y eso no es lo usual en la mayoría de los jugadores, menos en Uruguay.
El uruguayo tiene la misma herramienta que los extranjeros para desarrollar la actividad deportiva: su físico. Cuando van afuera lo desarrollan y ponen a punto para poder estar a la par sabiendo que el que no lo hace, vuelve a un nivel inferior.
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